Es una enfermedad que no tiene cura por lo que los tratamientos se enfocan en controlar los síntomas y paliar sus efectos
La urticaria crónica agrupa un conjunto de alteraciones de la piel que se manifiestan en forma de ronchas que pueden aparecer por todo el cuerpo y producen picor, en ocasiones acompañado de hinchazón. Se calcula que dos de cada diez personas sufrirán en algún momento de su vida esta enfermedad. Los diversos tipos de urticaria se clasifican en función de su duración.
La urticaria que dura menos de seis semanas se denomina urticaria aguda. La urticaria crónica dura seis semanas o más y aparece prácticamente con una periodicidad diaria. Dentro del tipo de urticaria crónica distinguimos las espontáneas, que aparecen sin desencadenantes y son las más frecuentes. Y por otra parte están las inducibles, que son aquellas que tienen una causa clara como puede ser el frío, el ejercicio físico, una alergia o el aumento de temperatura, entre muchos otros motivos. En el caso de un desencadenante de carácter alérgico es necesario visitar al médico para identificar la causa concreta y así poder evitar el contacto con lo que produce la reacción.
Una enfermedad que no tiene cura
La urticaria crónica no tiene cura por lo que los tratamientos están enfocados en controlar los síntomas y paliar sus efectos. En un porcentaje mayoritario de casos los síntomas remiten de forma espontánea antes de los cinco años, pero en un 11% la prevalencia es mayor que ese período. El impacto de esta patología en la calidad de vida de los pacientes es alta.
El 90% de enfermos afirma que los síntomas son limitantes y afectan notablemente a muchas actividades cotidianas como dormir, hacer deporte, trabajar o tener relaciones sexuales. Prácticamente el 25% de enfermos al menos una vez al mes no pueden asistir a su puesto de trabajo.
Los síntomas más evidentes de la urticaria crónica son la aparición de ronchas e hinchazón. Las ronchas o habones son lesiones sobreelevadas de medidas variables que producen picor o sensación de quemazón. Normalmente, se puede observar un eritema o enrojecimiento de la piel cercana a la roncha. Lo más frecuente es que las roncha desaparezcan en menos de 24 horas, pero aparezcan después en otro lugar del cuerpo.
La hinchazón o angioedema es una lesión que afecta a las capas más profundas de la piel. Se trata de una hinchazón en zonas laxas de la piel como los labios o los párpados. Esta hinchazón puede tener distintos niveles de intensidades llegando incluso a provocar una deformación completa de la zona del cuerpo donde aparece. Suele desaparecer en un período que va de 48 a 72 horas.
Estos síntomas tan claros facilitan el diagnóstico, pero los profesionales sanitarios realizan una serie de pruebas para descartar que se trate de otras enfermedades que presentan reacciones parecidas en el cuerpo del paciente. La urticaria crónica se da especialmente en adultos, y preferentemente en mujeres, aunque puede darse también en niños. En España hay más de 250.000 personas con urticaria crónica.
Para mitigar los efectos de esta enfermedad se utilizan principalmente antihistamínicos H1 no sedantes, que sirven para controlar y prevenir las lesiones cutáneas. La dosis inicial suele ser baja, pero si no consigue el efecto buscado se puede aumentar la dosis, siempre bajo estricto control médico. Si continúan sin remitir los síntomas, se puede recurrir a tratamientos biológicos o a la administración de inmunosupresores.
También hay una serie de hábitos y de pautas que ayudan a sobrellevar mejor la enfermedad. Evidentemente, hay que evitar estar en contacto con sustancias o alimentos que produzcan reacciones alérgicas. En la medida de lo posible hay que evitar también el estrés. Por último, no convienen las duchas o baños calientes después de la aparición de un brote, ya que pueden provocar que vuelvan a producirse.
En general, el pronóstico de la urticaria crónica es bueno, pero los pacientes pueden continuar con brotes repetitivos durante mucho tiempo. En estos casos se requiere un estudio más detallado para descartar posibles factores desencadenantes.
Fuente: Hospital Clínic de Barcelona y la Fundación BBVA.
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